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Wednesday, August 04, 2004

A Short Story

I had forgotten to mention that this is a bilingual (at least, if not more) website, so here's something for those of you who know Spanish. This is a short story I wrote last year. And no, I won't kill you if you criticize (although I reserve the right to use other means of retribution).

La Broma Pesada

Por: B.A.G.

Al contemplar el cuarto a su alrededor, el hombre de mirada tranquila se percató sorprendido del elegante lujo que lo envolvía. Un escritorio de madera maciza y finos acabados se recostaba contra una ventana de cortinas grises, mientras que millares de libros envolvían las paredes como un enjambre furioso. En frente suyo, la única pared descubierta lucía una gran chimenea sin utilizar, sobre esta un oscuro cuadro con figuras extrañas, y a la derecha una puerta antigua y aparentemente pesada. El único mueble distinto al escritorio era un imponente sofá de cojines gruesos que miraba hacia este muro antagónicamente. Sin embargo, la peculiaridad principal de aquella habitación, que al comienzo no había sido muy aparente, no era su gran cantidad de libros, ni su lujo, ni su tamaño, si no que todo lo que allí se encontraba era completamente gris.

Esto probablemente no hubiera parecido extraño si el cuatro se encontrara en la lobreguez de la noche, pero en aquel estudio había más que suficiente luz para leer un libro sin dificultades, y sin embargo, en este lugar pareciera que el color jamás hubiera existido. Cabe decir que no todo era oscuro, en muchos casos el gris era de un tono tan claro que casi se confundía con el blanco, pero todo permanecía borroso, indefinido.

Extrañado frente a esta rara situación, el hombre caminó hacia una de las inmensas estanterías y tomó un libro en sus manos, el cual hojeó rápidamente y luego dejó a un lado al descubrir que estaba escrito en una lengua extranjera y que al igual que todo lo demás, estaba compuesto por letárgicos tonos de gris. Repasó de nuevo el cuarto con la mirada, buscando algo más que llamara su interés, pero en aquel mundo de ceniza todo parecía igualmente monótono y aterrador. Fue entonces que decidió atravesar la pesada puerta para descubrir el resto de aquel extraño apartamento, y sin gran sorpresa encontró que allí también el color pareciera haber dejado de existir.

El resto del apartamento mantenía el mismo estilo lujoso del gran estudio, con imponentes cuadros plomizos colgando sobre sombrías paredes y decorando enormes habitaciones mustias repletas de cómodos muebles cenicientos. Entrando por una puerta doble, se encontró de repente en lo que parecía ser el cuarto principal, donde una gran cama antigua yacía destendida, triste y vacía. Tocó las sabanas, y para sorpresa suya descubrió que aun se hallaban calidas y con el aroma dulce de una hermosa mujer sobre ellas. En ese momento creyó recordar algo dentro de sí que dejó su mente silenciosa: unas esferas azules brillando como el cielo en un día de verano. Después, esperanzado de que alguien más pudiera estar allí, dejó escapar un “hola” tímido, pero fuerte y claro. No hubo respuesta, sin embargo, pues en ese cuarto solo estaban él y aquel gris indefinible, y comprendiendo esto se preguntó si aquella clara penumbra no sería por fin la realidad que un sueño de colores vivos jamás hubiera podido mostrarle.

Acostumbrándose a su nuevo entorno, salió del cuarto en dirección a la sala principal, donde varios sofás y asientos rodeaban una pequeña mesa rectangular. Al otro lado del corredor, se encontraba la mesa larga de un comedor imponente, y un poco más al fondo, una apertura en la pared dejaba ver una pálida nevera y una fina estantería de cocina hecha de madera tallada. Fue entonces que recordó la necesidad de comer, y se dirigió de inmediato hacia en inmenso refrigerador. Por su boca comenzaron a pasar sabores salados, dulces y amargos, y en su mente creyó ver por un instante la jugosa textura roja de una carne recién asada, el rico café brillante de un pastel de caramelo, la pura y suave blancura de un vaso de leche.

Pero al abrir la puerta no encontró nada. Las grises estanterías estaban allí completamente desiertas, excepto por dos botellas de plástico vacías y un panal solitario donde ya no quedaba ningún ex-pollo en potencia. Molesto, cerró la nevera para buscar reservas en la alacena contigua, pero allí se encontró sin sorpresa con la misma situación. Era evidente: en este lugar, no había nada que comer.

Con un sentimiento de fracaso conformista se dirigió de nuevo hacia la sala sin preocuparse demasiado. ¿Después de todo, que sentido tendría alimentarse en un mundo de grises? Se percató de que era posible que allí la comida no fuera necesaria, o que esta ni siquiera existiera, y dado esto, que su propia existencia podría no ser más que un efímero capricho de su imaginación. Resignado a esto, se hundió en uno de los lujosos muebles y observo que sobre la mesa se encontraba una botella de licor claro junto a las cenizas amargas de un cigarrillo sin filtro. Consideró emborracharse con el licor o fumarse los restos del cigarrillo, pero dándose cuenta que aquello no tendría ningún objeto, desistió. Sin embargo, esto lo hizo contemplar la mesa más de cerca y observó que entre las cenizas del cigarrillo se encontraban también los restos de lo que parecía ser una foto carbonizada. Entonces pensó con dolor que sobre aquel carcomido papel de color gris oscuro, alguna vez se habían posado las formas claras y vivas de una verdadera experiencia humana. En ese momento sintió mucho frío, y decidió volver al incoloro estudio para encerrarse allí, quizás para siempre.

Al entrar al inmenso cuarto, en hombre de mirada perdida contemplo el oscuro sofá, y se preparó a tomar una siesta irreal. Pero como el frío se volvía intensamente preponderante, miró hacia la chimenea y encontró para su sorpresa, que junto a unos pocos pedazos de madera gris se encontraba un pequeño pedernal, con el cual sería posible encender la leña. Se acercó a la chimenea y cuando estiró su mano para recoger la piedra se encontró frente a frente con una realidad tan real, que parecía inverosímil.

Por unos momentos se quedo completamente atónito, pero finalmente no pudo hacer más que aceptar la verdad que se encontraba frente a sus ojos; sus manos, trigueñas, vivas y con un alegre tinte de rosa lo miraban como desde otro mundo. Fue entonces que se percato de si mismo y vio que su cuerpo, el mismo de siempre, se presentaba frente a este mundo indefinido como una imagen deslumbrante. Entonces tomo la piedra y prendió un fuego que bailando anaranjado, se burlaba del aposento gris y borroso, devolviéndole de repente la fe poderosa de la sensatez y la realidad. Iluminada su mente levantó el tapete bajo sus pies, encontrándose entonces con un piso brillante de madera amarilla y marrón. Tomo entonces unos libros incomprensibles, y echándolos a un lado golpeó la pared tras la estantería con la punta filuda de una espada que decoraba el estudio. El rojo terrestre de un ladrillo salio a saludarlo tras una delgada capa de pintura gris y mentirosa.

Y fue así que se percató de nuevo de la cortina sombría tras la que parecía esconderse una ventana amplia. Con paso firme pero temeroso caminó hasta ella y la tomó con sus manos de nuevo vacilantes, haciéndola a un lado de repente con un solo tirón. Frente a él estaba el mundo, verde, vivo y brillante, el mismo que había estado allí desde el comienzo. Entonces mirando hacia el interior del cuarto, sonrió con perspicacia y rió alegremente.